Iniciamos este curso con nuevos bríos, y proyectos consecuentemente, que nos tienen ilusionados por lo que suponen de reto. El objetivo, mediante entradas a lo largo de este curso, es dar a conocer en profundidad, y con un enfoque práctico a la vez, los 10 principios para una instrucción eficaz en el aula de Barak Rosenshine.
Como sabéis los más asiduos de esta web, contamos desde el principio con una sección donde se describen esos 10 principios a partir del (¿podemos decir ya mítico?) informe de la International Academy of Education de la UNESCO que Rosenshine y su equipo elaboraron en 2010. Allí, proponen 10 ideas clave para la enseñanza basados en investigaciones que tanto él como sus colegas desarrollaron en las décadas precedentes (comenzaron en la década de los 70).
En 1986, por ejemplo, hablaban de 6 principios (publicados en “Teacher Functions”) que posteriormente aumentaron hasta alcanzar la cifra de 17 procedimientos de enseñanza eficaces que se acabaron resumiendo y agrupando, de manera más accesible y numéricamente más comercial si se quiere, para convertirlo en el decálogo que conocemos y que según Tom Sherrington (y hacemos nuestras sus palabras) “es la mejor, más clara y completa guía para la enseñanza basada en la evidencia que existe”.
La investigación de Rosenshine se fundamentó en tres pilares:
1) Investigación a partir de lo que dice la ciencia cognitiva sobre cómo nuestro cerebro adquiere y utiliza nueva información.
2) Investigación sobre prácticas comunes de profesores cuyos estudiantes muestran mayor mejora en su aprendizaje. Es lo que Rosenshine llama “profesores expertos”, a los que observan para ver qué hacen de diferente respecto a aquellos profesores menos exitosos en sus aulas.
3) Resultados de estudios que enseñaran a los alumnos estrategias de aprendizaje eficaces.
La conclusión de Rosenshine es clara al respecto de estas 3 diferentes aproximaciones: “No existen conflictos entre las sugerencias pedagógicas que vienen de cada una de estas tres fuentes. En otras palabras, estas tres fuentes se apoyan y complementan unas a otras”. Eso valida de entrada los resultados que obtuvieron mediante esa investigación. Pero aún hay más: los datos y experiencias en los que están basados han superado la prueba del tiempo.
¿Qué ventajas adicionales presentan estos 10 principios? La primera es la sencillez de lo que exponen. Es probable que uno lo lea y piense “Eso ya lo hago” o irónicamente pueda pensar “¡Pues menudo descubrimiento...!”, pero creo firmemente que en esa sencillez está la clave para destacar su importancia. En nuestra profesión estamos saturados de mensajes ampulosos y vocabulario inconcreto en su definición o errático en su plasmación mediante las diferentes leyes que van desfilando a lo largo de los años, y eso va creando un muro de incredulidad, cuando no de animadversión o cinismo, ante “lo nuevo”. Probablemente viendo lo que llevamos visto, haya razones para eso. Por otro lado, las escuelas también arrastran sus propias inercias y los hábitos y creencias de nosotros, profesores, son tremendamente difíciles de cambiar. La simplicidad de estos principios resuelve de manera bastante eficaz ese punto.
También es Tom Sherrington, en su magnífico libro “Los principios de Rosenshine en práctica” quien afirma que éste nunca habla de profes buenos o malos, sino que la cuestión estriba entre profesores más eficaces vs profesores menos eficaces. Eso nos permite pensar en que la mejora es posible, una definición con toda una carga de mentalidad de crecimiento que en el fondo nos empuja a movernos si queremos formar parte del primer grupo.
Los principios de Rosenshine están, sobre todo, “plasmados de sentido común”, de ahí la aparente familiaridad con la que vamos a reaccionar cuando nos expliquen la mayor parte de ellos y podemos así “formular un modelo coherente basado en la evidencia que vincule la teoría con la práctica”. Estos principios tienen coherencia con aquello que podemos ver en el aula en nuestro día a día, no es una elucubración teórica que se diluye como un azucarillo en un vaso de agua a los cinco minutos de ponerla en práctica. Eso debe darnos confianza en ellos. No hay trampa ni cartón, no es nada extraño o rebuscado, no es la nueva moda educativa que ha venido para vender lo último en tecnología o en materiales hipermegamodernos. Estos principios nacen de la propia experiencia en el aula y nos ofrecen un poderoso instrumento para conseguir ser más efectivos en el aula con nuestros alumnos. En breve seguiremos con ello.
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