CONECTANDO CURRÍCULO Y EVALUACIÓN

Stuart Kime, desde la web Evidence Based Education, nos introduce en el fascinante mundo de la evaluación. Para ello, nos indica 4 pasos a seguir que nos ayudarán a alinear nuestro plan de estudios, nuestra enseñanza y los procesos de evaluación que usamos. Para mejorar esa evaluación tendremos pues que profundizar en nuestra comprensión del currículo…

Si enseñas, evalúas, ya que la evaluación es parte imprescindible de la enseñanza. Pero las preguntas al respecto de esta cuestión siempre son las mismas: ¿Qué evaluamos? ¿Cómo? ¿Cuándo?

Paso 1: Comprende profundamente tu plan de estudios

En el monográfico sobre los principios de Rosenshine, ya explicitamos en su día que uno de sus muchos atractivos es que cuando hablamos de práctica docente no establecemos la línea divisoria entre buenos y malos docentes, sino en el hecho que siempre podemos ser más eficaces en nuestra enseñanza cuando aplicamos técnicas y estrategias informadas en la investigación. Mediante la mejora de la práctica de la evaluación sin duda podemos mejorar nuestra docencia, pero quizás para ello debamos echar un vistazo (y algo más que eso) al currículo.

¿Qué es un currículo?

Christine Counsell –una de las pensadoras más importantes del Reino Unido en materia de currículo– escribió en su blog sobre el currículo y lo definió como “contenido estructurado como una narrativa a lo largo del tiempo”. Esta idea es maravillosamente cautivadora y cualquier lector o aficionado al cine entenderá lo que quiere decir: el contenido importa, pero también lo hace el orden en el que se encuentra. Como indica Kime, los finales de series como Juego de Tronos o Breaking Bad tienen muy poco sentido para cualquiera que no haya leído o visto los capítulos y temporadas anteriores. De manera similar, parte de las pinturas de Goya tienen poco sentido si no se conoce el contexto de guerra de su época y sus circunstancias personales. El contenido –estructurado como una narrativa a lo largo del tiempo– es una forma útil de pensar sobre el concepto de currículo. Ese poder de la narrativa entronca con esto que ya os explicamos también en su día.

¿Quién manda: el currículo o el examen?

Sin duda el examen final (de tema, de trimestre o de curso) ha ido ligado a la evaluación a lo largo de décadas y décadas de connivencia con la enseñanza. Es muy difícil abstraerse a su influjo, pues los resultados de esos exámenes son importantes para familias, alumnado y la propia escuela la mayor parte de las veces. El problema es que este enfoque unilateral puede llevar a lo que Kime llama un «estrechamiento del currículo», porque inevitablemente esas pruebas (de alto riesgo debido a sus características) solo pueden dar una muestra parcial de unas pequeñas áreas del currículo completo, ya que para esto están diseñadas.

Esa limitación del currículo afecta a la equidad de la educación que se ofrece en las aulas, pues restringe la experiencia educativa de los estudiantes. Para contrarrestar este efecto, diseñar un currículo sólido, detallado y que los docentes comprendan a fondo es una buena herramienta. Si los contenidos están descritos de forma vaga y poco clara, la respuesta a eso debería ser acercar esos contenidos a una narrativa clara y concreta. Esto provocará casi automáticamente que esos exámenes de alto riesgo dejen de ser la causa de lo que enseñamos y cuándo lo enseñamos. A este respecto, hay bibliografía al respecto de gente tan destacada como  Tim Oates de Cambridge Assessment o Daisy Christodoulou de No More Marking .

Paso 2: Convierte los conceptos curriculares abstractos en construcciones de aprendizaje concretas

Hablábamos de la vaguedad con la que a veces se manifiestan muchos enunciados, contenidos y objetivos del currículo. Definir desde la sistematización de los pequeños pasos que desembocan en el llegar a esa abstracción que supone ese objetivo tan general ayudará a los estudiantes a acceder, desarrollar y dominar el contenido de su currículo. Para ello es imprescindible tener una comprensión más detallada y concreta de la narrativa del contenido curricular y qué es aquello que los alumnos deberían saber, entender y poder hacer a lo largo de ese plan de estudios, así como los componentes en saberes y habilidades que forman parte imprescindible de la «foto final» al terminarlo en cada uno de los dominios y materias en los que los trabajamos. ¿Cómo desarrollamos un objetivo explicitado como «Desarrollar el vocabulario con criterio», por ejemplo?

Con el objetivo de hacerlos comprensibles y significativos, los enunciados curriculares deben colocarse en su estructura específica de dominio, sin olvidarnos de establecer una narrativa clara. Al hacer eso, los objetivos quedan claramente definidos y eso afecta a nuestras prácticas evaluativas, que no solo se ensanchan, sino que siguen paso a paso las progresiones de aprendizaje previamente establecidas.

Por ejemplo, la «fluidez en el cálculo mental» es un constructo que requiere la suma y la resta como base, y progresa hacia las habilidades más complejas de multiplicación y división mucho antes de que se introduzca el contenido asociado directamente con el álgebra.

Los constructos curriculares, por otra parte, no son unidades aisladas de conocimiento, comprensión o habilidad. A medida que aprendemos, integramos nueva información con nuestro conocimiento previo, remodelando nuestra memoria a largo plazo; al hacerlo, tenemos que reconocer que los constructos curriculares son pasos a lo largo de una progresión de aprendizaje mucho más larga. Cuando evaluamos, tratamos de estimar en qué punto de ese continuo se encuentran actualmente nuestros estudiantes y hacia dónde deberían pasar a continuación.

Paso 3: Selecciona preguntas y tareas de evaluación que se centren en los constructos que has identificado

La evaluación te permite chequear los conocimientos previos de los estrudiantes cuando llegan a tu aula.

La evaluación te permite chequear y comprobar qué nuevos conocimientos han añadido esos estudiantes a sus conocimientos previos a lo largo del proceso.

Por eso, cada vez que evaluamos, solo podemos ver un momento y parte de un enorme y largo proceso que va más allá de ese momento evaluativo, aunque esa evaluación ayude a visibilizar, ni que sea un poco, los esquemas de conocimiento del alumnado que están en construcción y que por fuerza son invisibles a nuestros ojos.

Paso 4: Tratar la evaluación como un proceso de enseñanza, no como un evento aislado

Continúa revisando, formulando preguntas y estableciendo tareas diseñadas tanto para ayudar a los estudiantes a recuperar información mediante evocación, como para brindarles la información necesaria para tomar las decisiones sobre los próximos pasos, ya sea mediante modelaje previo, ejemplos resueltos, andamiaje o feedback instantáneo. Evita ver la evaluación como algo que se hace al final de una secuencia de enseñanza; considérala, en cambio, como un proceso continuo para respaldar la enseñanza y el aprendizaje.

TRADUCIDO Y ADAPTADO DE: https://evidencebased.education/connecting-curriculum-and-assessment/?utm_campaign=CPB%20Bundle&utm_content=167014011&utm_medium=social&utm_source=twitter&hss_channel=tw-2869283795

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