El insigne Quincy Adams Wagstaff, rector vitalicio de la Universidad de la Evidencia Perdida, vuelve por estos lares y nos ofrece su «Ikea Educativo. Manual de montaje incluido. Allen key no necesaria. Contenidos, tampoco.” Por supuesto, cualquier coincidencia con la realidad de un aula es pura coincidencia… o no.

Por el Profesor Quincy Adams Wagstaff, inventor del aprendizaje por desorientación guiada y especialista en planos que no llevan a ningún lado
La educación actual ha adoptado el modelo IKEA: entras buscando conocimiento y sales con una caja de cartón llena de piezas sueltas, instrucciones incomprensibles y una sospechosa sensación de autoengaño. Antes enseñábamos a leer, sumar, pensar. Ahora diseñamos situaciones de aprendizaje con más fases que una obra de Calatrava y menos sentido que un salero en el desierto.
El nuevo dogma es claro:
Todo debe ser experiencial, fantabuloso, emocional y, a poder ser, incomprensible.
Uno no puede dejar de preguntarse ¿qué demonios es una situación de aprendizaje? Por lo visto, una «situación de aprendizaje» es un relato interactivo-ficcional donde el docente deja de enseñar para convertirse en diseñador narrativo de experiencias transdisciplinares.
O dicho de otro modo: una actividad con más humo que barbacoa vegana.
Veamos un ejemplo real de situación LOMLOE:
«El alumnado diseña un podcast sobre movilidad sostenible usando adivinanzas en inglés y tablas de doble entrada.»
Objetivo oculto: que parezca que se aprende algo.
Resultado final: 14 horas para grabar 3 minutos de audio donde nadie ha aprendido ni inglés, ni movilidad, ni a multiplicar por dos.
Y sí, sufridos compañeros, además parece existir en nuestro oficio un culto al verbo en infinitivo. Desde la implantación del currículo competencial, los maestros ya no explicamos ni enseñamos. Ahora:
- Diseñamos.
- Acompañamos.
- Favorecemos.
- Propiciamos.
La acción educativa se ha convertido en una misa de infinitivos:
«Diseñar, planificar, implementar, evaluar, retroalimentar, dinamizar, contextualizar, flexibilizar, diversificar, personalizar, integrar, innovar, empoderar, sensibilizar y transformar procesos destinados a favorecer, promover, potenciar, impulsar, garantizar, asegurar y optimizar el desarrollo integral del alumnado en contextos vivenciales, significativos, competenciales y colaborativos mediados por la comunidad educativa.»
¡Toma ya! Ya solo falta añadir incienso pedagógico y un PowerPoint con cliparts de manos entrelazadas. Y luego dicen que la literatura barroca era complicada.
¿Te acuerdas cuando evaluábamos si un niño sabía dividir con dos cifras? Eso es historia. Ahora buscamos su desempeño esperado. ¿Y qué es eso? Fácil: una expresión vaga, poética, polisémica, a menudo circular, que no compromete a nadie. Veamos un luminoso ejemplo de ello:
«El alumnado demuestra actitudes abiertas hacia la resolución cooperativa de conflictos cotidianos.»
¿Y cómo lo evalúas? Fácil también: mirando fijamente al alumno hasta que se comporte de forma suficientemente inclusiva como para no suspenderlo.
Los nuevos libros de texto ya no tienen temas, ni explicaciones, ni ejercicios progresivos. Ahora tienen:
- Situaciones detonantes.
- Proyectos por competencias.
- Códigos QR que llevan a videos donde un señor te explica que el aprendizaje es importante.
El índice ha desaparecido. Lo ha sustituido una tabla de competencias específicas cruzadas con criterios de evaluación que nadie ha leído jamás. Ni falta que hace: el contenido es tan etéreo que podría impartirse por holograma. Con ello, el maestro ya no enseña: programa. Concreta, adapta, secuencia, triangula y documenta.
Y cuando al fin llega al aula, exhausto, el alumnado le pregunta si hoy también hay que recortar.
Todo debe estar vinculado con una competencia, alineado con un criterio y justificado con evidencias. ¿Y el niño qué aprende? Que todo está relacionado con algo que no entiende, pero que aprueba igual si entrega la ficha con pegatinas.
Este tipo de pedagogía es como un mueble de IKEA sin tornillos: tarda horas en montarse, parece robusto desde lejos y se desmorona en cuanto lo usas. Y cuando finalmente se cae, siempre hay un experto diciendo que es culpa del maestro por no haber ajustado bien la competencia transversal en perspectiva ecofeminista.
Yo ya he pedido el reembolso. El manual no se entiende, la llave Allen está oxidada, y el contenido no venía en la caja. La próxima vez, quiero volver a enseñar. Aunque sea con tiza. Y si me dejan, incluso con sentido.