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Foto del escritorEfecto Mcguffin

LA GENTE CONFUNDE EL CONOCIMIENTO DE INTERNET CON EL SUYO PROPIO

Conocemos de hace un tiempo acá el llamado "Efecto Google", un tipo de fenómeno que impide que guardemos en nuestra memoria a largo plazo aquella información. Gracias a Adrian Ward y esta investigación que ha llevado haciendo durante casi una década, parece que hay más derivadas de ese Efecto Google y que resumiremos en una pregunta: ¿Sabes cuáles son tus conocimientos previos y cuáles son la información te ha proporcionado Google en una búsqueda determinada? La respuesta nos lleva a nuevas reflexiones...


En la actual era digital, las personas están constantemente conectadas a la información en línea. La presente investigación proporciona evidencia de que el acceso a la información externa, posibilitado por Internet y motores de búsqueda como Google, difumina los límites entre el conocimiento interno y externo, lo que hace que las personas crean que pueden recordar (o recuerdan) lo que acaban de encontrar. El uso de Google para responder a preguntas de cultura general infla artificialmente la confianza de las personas en su propia capacidad para recordar y procesar información y conduce a predicciones erróneamente optimistas sobre cuánto sabrán sin Internet. Cuando la información está al alcance de la mano, podemos creer erróneamente que se originó en el interior de nuestras cabezas.


Las personas buscan información en Internet con frecuencia. Ocho experimentos ( n = 1.917) proporcionan evidencia de que cuando las personas “googlean” información en línea, no logran distinguir con precisión entre el conocimiento almacenado internamente (en sus propias memorias) y el conocimiento almacenado externamente (en Internet). En comparación con quienes utilizan solo su propio conocimiento, las personas que usan Google para responder preguntas de cultura general no solo tienen más confianza en su capacidad para acceder a información externa; también tienen más confianza en su propia capacidad para pensar y recordar. Además, quienes usan Google predicen que sabrán más en el futuro sin la ayuda de Internet, una creencia errónea que indica una atribución incorrecta de conocimiento previo y resalta una consecuencia práctica importante de esta atribución incorrecta: el exceso de confianza cuando Internet ya no está disponible.


Aunque los humanos han dependido durante mucho tiempo del conocimiento externo, la atribución incorrecta de conocimiento en línea a uno mismo puede verse facilitada por la interfaz rápida y fluida entre el pensamiento interno y la información externa que caracteriza la búsqueda en línea. La búsqueda en línea suele ser más rápida que la búsqueda en la memoria interna, lo que impide que las personas reconozcan plenamente las limitaciones de su propio conocimiento. Internet ofrece información de forma fluida, en sintonía con los procesos cognitivos internos y ofreciendo mínimas señales físicas que puedan llamar la atención sobre sus contribuciones. Como resultado, las personas pueden perder de vista dónde termina su propio conocimiento y dónde comienza el conocimiento de Internet. Pensar con Google puede hacer que las personas confundan el conocimiento de Internet con el suyo propio.


Nadie puede saberlo todo. A lo largo de la historia, las personas han superado esta limitación fundamental del cerebro individual confiando en el conocimiento de los demás. Amigos, amantes y colegas forman intuitivamente “sistemas de memoria transactiva” que dividen el trabajo mental de atender, procesar y recordar información entre los miembros del grupo. Estos sistemas cognitivos compartidos permiten a las personas navegar por las demandas de información del mundo de maneras que ningún individuo podría hacer solo. Nadie necesita saberlo todo; simplemente necesita saber quién lo sabe. En términos más generales, las personas con frecuencia construyen su propia comprensión sobre la supuesta comprensión de los demás.


Los avances en el tratamiento del cáncer y la ciencia de los cohetes son posibles no porque los expertos individuales sepan todo lo que hay que saber sobre el tema, sino porque las personas son capaces de aprovechar y utilizar el conocimiento que no reside en sus propias cabezas. Estas formas de compartir el conocimiento pueden ayudar a explicar el notable éxito de la especie humana; permiten a las personas superar problemas complejos, hacer nuevos descubrimientos científicos y gestionar las minucias de la vida cotidiana. La frecuencia y facilidad con que las personas incorporan el conocimiento de los demás a sus propios procesos cognitivos también revela que la cognición humana individual no es en absoluto individual. Pensar, recordar y conocer son a menudo colaborativos, producto de la interacción entre recursos cognitivos internos y externos.


En el último cuarto de siglo, la cognición humana se ha entrelazado cada vez más con un nuevo colaborador cognitivo: Internet. Los sistemas de intercambio de conocimientos que durante mucho tiempo forjaron conexiones entre cerebros individuales ahora se vinculan a un vasto compendio de conocimiento colectivo al que se puede acceder en cualquier momento y desde cualquier lugar. Al igual que los socios de memoria que han dado forma y apoyado la cognición individual a lo largo de la historia humana, Internet permite la expansión de la mente al servir como una forma de memoria externa que se puede consultar según sea necesario.


Sin embargo, Internet también es diferente a los socios de memoria tradicionales. Sabe prácticamente todo y casi siempre está disponible. A través de motores de búsqueda como Google, ofrece información en fracciones de segundo; y ofrece esta información sin problemas, encajándose con los procesos cognitivos internos y proporcionando pistas mínimas sobre sus contribuciones. Juntas, estas características distintivas de Internet y la búsqueda en línea pueden difuminar los límites entre el conocimiento interno (almacenado en la memoria personal) y el conocimiento externo (que se encuentra en línea). Pueden hacer que las personas confundan el conocimiento de Internet con el suyo propio. La presente investigación investiga esta posibilidad.


En un mundo en el que la respuesta a prácticamente cualquier pregunta puede obtenerse en cualquier momento, las personas pueden no reconocer con frecuencia los límites de su propio conocimiento. Por supuesto, las personas a menudo son conscientes de lo que saben y lo que no saben; por ejemplo, la mayoría de los estadounidenses saben que conocen el nombre del actual presidente de Estados Unidos y que no saben dónde encontrar Ulaanbaatar en un mapa. Sin embargo, para la amplia franja de temas intermedios (todo lo que no se sabe inmediatamente pero no se sabe inmediatamente que es desconocido), las personas con frecuencia experimentan una "sensación de saber"; creen que saben o podrían saber información, incluso si no pueden recordarla de inmediato. Estas sensaciones de saber pueden ser falsamente confirmadas por el acceso a la información en línea. Las personas a menudo buscan información en Internet antes de buscar en sus propios recuerdos, incluso cuando creen que probablemente podrían responder a estas preguntas por sí mismas. Los motores de búsqueda como Google devuelven respuestas en fracciones de segundo, a menudo más rápido de lo que se puede encontrar el conocimiento en la memoria a largo plazo (o descubrir que falta en ella).


Cuando la información deseada aparece en la pantalla antes de que las personas puedan terminar de buscar en su propia memoria, pueden creer erróneamente que la sabían desde el principio. Pensar con Google puede hacer que las personas crean que siempre supieron lo que nunca podrían haber sabido por sí solas.


A veces, las personas no solo pueden creer que el conocimiento encontrado en línea podría haberse encontrado en la memoria personal; pueden creer que realmente recuperaron este conocimiento de sus propias mentes.


El proceso largo, laborioso y corporizado de llamar a un amigo o consultar un volumen de referencia no sólo difiere de las operaciones cognitivas involucradas en la búsqueda en la propia memoria, sino que también proporciona pistas experienciales que indican dónde se encontró finalmente la información. Sin embargo, las operaciones cognitivas involucradas en la búsqueda en Google son similares a las involucradas en la recuperación de datos de la propia memoria: se plantea una pregunta y, poco tiempo después, aparece una respuesta. Además, esta información se entrega de la forma más discreta posible. Como afirma el cofundador Sergey Brin, Google está diseñado intencionalmente para ser menos como una herramienta externa y más como "la tercera mitad de su cerebro": una interfaz de conocimiento tan perfecta que la búsqueda se siente como pensar. Esta interfaz entre los procesos cognitivos internos y la información en línea puede desaparecer aún más a medida que los usuarios buscan habitualmente información en Internet a lo largo de su vida diaria. Como resultado, la propia memoria puede ser la explicación más destacada de la información que aparece en la pantalla (y en la mente) y las personas pueden atribuir erróneamente los resultados de búsqueda en línea a su propia memoria. Pensar con Google puede hacer que las personas crean que recordaron lo que realmente acaban de encontrar.


Ocho experimentos ( n = 1.917) examinan la posibilidad de que cuando las personas utilizan Google para buscar y acceder a información, no logran distinguir con precisión entre el conocimiento interno (obtenido de sus propias memorias) y el conocimiento externo (encontrado en Internet). En un experimento típico, los participantes responden una serie de preguntas sobre conocimientos generales con o sin Google. Aquellos que utilizan Google invariablemente responden más preguntas correctamente. La pregunta crítica no es de rendimiento sino de atribución: ¿los usuarios de Google reconocen adecuadamente que Internet es la fuente de su conocimiento o se atribuyen erróneamente este conocimiento a sí mismos? Los experimentos 1 a 4 proporcionan evidencia de que las personas confunden el conocimiento de Internet con el suyo propio. Después de usar Google para responder preguntas, las personas tienen más confianza en su capacidad cognitiva personal; es más probable que respalden afirmaciones como "soy inteligente" y "tengo mejor memoria que la mayoría de las personas". También predicen erróneamente que obtendrán mejores resultados en pruebas de conocimiento posteriores realizadas sin acceso a Internet. Además de proporcionar evidencia convergente de atribución errónea de conocimiento mediante medidas validadas, estos resultados también son significativos por sí mismos. Las autoevaluaciones hablan de cómo la interacción con la información en línea puede moldear el autoconcepto, y las predicciones de desempeño representan el exceso de confianza cuando el conocimiento de Internet ya no está disponible. Los experimentos 5 a 8 examinan cómo la velocidad y la fluidez de la búsqueda en Internet pueden explicar estos efectos.


Investigaciones anteriores sobre el “Efecto Google” han demostrado que las personas no logran codificar información en la memoria personal cuando saben que está almacenada en línea. La presente investigación identifica otro Efecto Google, no sobre lo que las personas realmente saben, sino sobre lo que creen que saben. En conjunto, estos Efectos Google sobre el conocimiento real y percibido sugieren que en un mundo en el que buscar en Internet es a menudo más rápido y más fácil que buscar en la propia memoria, las personas pueden irónicamente saber menos pero creer que saben más.


Estos resultados también pueden hablar de distorsiones metacognitivas más generales causadas por el acceso infalible al conocimiento externo. Durante gran parte de la historia de la humanidad, llevar un registro de quién sabe qué (y qué sabe uno) ha sido fundamental para asegurarse de que la información importante no se pierda por las grietas. Cuando el acceso al conocimiento externo es ineficiente y poco fiable, distinguir entre el conocimiento que reside en la propia cabeza y el conocimiento que debe recuperarse de fuentes externas ayuda a garantizar que las personas sepan lo que necesitan saber cuando estén solas. Pero en un mundo en el que el conocimiento externo siempre es accesible, llevar un registro exacto de dónde se almacena el conocimiento puede imponer costos cognitivos sustanciales y ofrecer pocos beneficios cognitivos. La distinción entre conocimiento interno y externo puede no sólo ser difícil de discernir, sino que puede ser cada vez más irrelevante.


Esta visión de la humanidad como una raza de cíborgs sutiles, conectados a la mente en la nube de Internet por el flujo omnipresente de información en línea, exige una investigación sobre el futuro de la educación, la toma de decisiones y la creencia. El acceso a la información en línea no sólo hace que las personas se atribuyan el mérito personal de los hechos que encuentran en Internet, sino que también se sientan más seguras de su capacidad para explicar cómo funcionan las cosas. Esta confianza artificialmente elevada en el propio conocimiento y comprensión puede distorsionar los juicios sobre el aprendizaje y la motivación para aprender, dos determinantes clave de una educación eficaz. ¿Por qué las personas dedicarían tiempo y esfuerzo a adquirir conocimientos cuando creen que ya lo saben todo? Los educadores y los responsables de las políticas educativas también pueden reconsiderar lo que significa estar educado. Cuando la información externa está siempre a mano, ¿es mejor emplear los limitados recursos cognitivos de las personas en codificar información en la memoria interna o en combinar y gestionar el conocimiento que tienen a su disposición? ¿Qué necesitan saber las personas para aprovechar el asombroso poder cognitivo de Internet?


Finalmente, la tendencia a aceptar el conocimiento de Internet como propio añade otra capa al papel crítico que desempeña la información en línea en la formación de creencias personales. Es menos probable que las personas examinen la información si creen que la conocían antes o la recordaban ellas mismas. En un mundo en el que los motores de búsqueda algorítmicos ofrecen diferentes "verdades" a diferentes personas, los límites difusos entre el conocimiento interno y externo pueden impedir la detección de información errónea y exacerbar la polarización.


Tanto los filósofos como los científicos cognitivos sostienen desde hace tiempo que el pensamiento humano es colaborativo, producto de la interacción entre los procesos cognitivos internos y los recursos cognitivos externos. La incapacidad de diferenciar con precisión entre el conocimiento personal y los resultados de las búsquedas en línea, documentada en esta investigación, puede representar la ruptura de una frontera que siempre fue más artificial de lo que parecía. A primera vista, las consecuencias de fusionar los cerebros humanos con la mente en la nube de Internet pueden parecer alarmantes, una receta tanto para la atrofia cognitiva como para la arrogancia intelectual. Pero tal vez esta unión dé lugar a una “intermente”, una entidad cognitiva que sea más y mayor que la suma de sus partes, una que sea capaz de pensar en cómo salir de algunos de los líos que los humanos hemos creado para nosotros mismos. El camino a seguir es incierto y hay mucho en juego. Queda mucho trabajo por hacer.


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