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RESUMEN DEL LIBRO «COGNITIVE LOAD THEORY» (3). LOS 7 EFECTOS SIMPLES

A veces, enseñar se siente como hablar en mitad de un mercado ruidoso: los estudiantes nos miran, asienten, incluso toman notas… pero sospechamos que gran parte de lo que decimos se pierde en el aire. No es falta de ganas por su parte ni de pasión por la nuestra. El problema suele estar en otra parte: la memoria de trabajo. Ese espacio diminuto, frágil y limitado en el que todo aprendizaje empieza a construirse.

La Teoría de la Carga Cognitiva nos recuerda una verdad incómoda: da igual lo brillante que sea nuestra explicación o lo creativo que sea nuestro material, si sobrecargamos la memoria de trabajo de los alumnos, la información no se queda. Se evapora.

La buena noticia es que no todo está perdido. A lo largo de décadas de investigación, psicólogos y pedagogos han identificado efectos concretos que, aplicados con intención, reducen ese ruido y permiten que los estudiantes se concentren en lo que importa.
El capítulo que hoy resumimos del libro de Greg Ashman «Cognitive Load Theory» se centra en esos “efectos” concretos que, probados experimentalmente, permiten diseñar mejor la enseñanza y liberar memoria de trabajo. La idea clave es que pequeños cambios de diseño (cómo formulamos una consigna, cómo presentamos un diagrama, cuándo pedimos práctica independiente) pueden marcar diferencias muy grandes en aprendizaje, especialmente en estudiantes novatos. Son siete, y aunque suenen técnicos, en realidad son trucos didácticos muy terrenales, casi de andar por casa. Vamos a verlos uno por uno.

Los siete efectos que veremos a lo largo del artículo son:

  1. Goal-Free Effect (efecto de sin objetivo explícito)
  2. Worked Example Effect (efecto de ejemplos resueltos)
  3. Completion Problem Effect (efecto de problemas semi-resueltos)
  4. Split-Attention Effect (efecto de atención dividida)
  5. Redundancy Effect (efecto de redundancia)
  6. Modality Effect (efecto de modalidad verbal-visual)
  7. Variability Effect (efecto de variabilidad)

Cada uno actúa, de manera general, reduciendo carga extrínseca o dosificando la intrínseca para que el esfuerzo del alumnado se oriente a lo que de verdad importa: comprender y construir esquemas útiles. Vayamos con cada uno de ellos:

1. Goal-Free Effect: aprende más cuando nadie te dice a dónde llegar

Si das a tus alumnos un triángulo lleno de ángulos y les dices: “Halla x”, la mayoría se lanzará como locos a probar pasos sueltos hasta acercarse a esa incógnita. Es lo que se llama análisis medios-fines, y consume memoria como si fuera batería de móvil en día de excursión.

Pero si con la misma figura cambias la consigna por: “Anota todo lo que puedas deducir de este dibujo”, la magia ocurre. Los estudiantes empiezan a enumerar propiedades, ángulos iguales, líneas paralelas… y de repente ya tienen medio camino recorrido sin haberse obsesionado con la dichosa “x”.

Este efecto funciona porque elimina la ansiedad de la meta inmediata y libera espacio mental para fijarse en lo estructural. No vale para todo, claro. Tampoco es eterno: después hay que volver a poner metas claras. Pero como primer paso, es un salvavidas.

Imagina aplicarlo en ciencias: mostrar un gráfico y pedir “escribe 8 afirmaciones verdaderas que puedas sacar solo del gráfico”. O en historia: “enumera cinco tendencias que ves en este mapa” antes de hacer la gran pregunta de examen. Es como calentar antes de correr: prepara al cuerpo (y a la mente) para lo que viene después.

2. Worked Example Effect: el valor de ver cómo se hace

Lo confieso: cuando era estudiante, odiaba que me dieran problemas sin ejemplo. Era como intentar montar un mueble de IKEA sin las instrucciones. La investigación respalda esa intuición: los ejemplos resueltos paso a paso son oro puro para novatos.

Un ejemplo bien diseñado muestra no solo la solución, sino el camino. Permite entender qué propiedad se aplica, por qué se hace esa operación y no otra. El alumno no gasta su energía en ensayos fallidos, sino en observar patrones que luego podrá reproducir.

En matemáticas, puede ser una ecuación resuelta con comentarios al margen. En lengua, un análisis sintáctico numerado con explicaciones. En ciencias, un modelo de hipótesis redactada de forma clara. Lo importante no es que lo vean “todo hecho”, sino que aprendan qué pasos importan y en qué orden.

Eso sí, hay trampa: un ejemplo sin explicación es solo una respuesta decorada. Y un ejemplo demasiado complejo confunde más que ayuda. La clave está en graduar y verbalizar.

3. Completion Problem Effect: deja que ellos acaben el trabajo

Después de mostrar ejemplos completos, no podemos soltar de golpe a los alumnos en medio del océano. Necesitan chalecos salvavidas intermedios. Ahí entra los problemas semi-resueltos que ellos deben terminar.

Imagina una ecuación con los dos primeros pasos ya escritos. El estudiante solo debe dar el tercero. O un texto con análisis sintáctico a medias. O un protocolo de laboratorio con fases numeradas, pero con un par de huecos: “¿qué deberíamos medir aquí?”.

Es un puente pedagógico. Ni la pasividad del ejemplo completo, ni el estrés del problema libre. Un espacio donde practican con seguridad y, poco a poco, asumen más responsabilidad.

Eso sí, cuidado: si los huecos son demasiado grandes, volvemos al caos del ensayo-error. Mejor empezar con huecos pequeños, casi evidentes, e ir ampliándolos conforme los alumnos ganan confianza.

4. Split-Attention Effect: cuando obligamos a mirar en dos sitios a la vez

¿Alguna vez has usado un libro de texto con un diagrama en una página y las explicaciones numeradas en la otra? Sí, yo también. Y sí, también me desesperaba. El alumno pasa media clase rebotando los ojos de un lado al otro, intentando casar piezas. Eso es el split-attention effect: cuando obligamos a dividir la atención entre fuentes de información separadas. El resultado es cansancio mental y menos aprendizaje.

La solución es simple: integrar. Las etiquetas dentro del diagrama. Los comentarios al margen del texto. Los ejemplos de análisis con explicaciones sobre la misma frase.

En presentaciones, pasa lo mismo: un PowerPoint con párrafos enteros y un gráfico al lado obliga al estudiante a leer y escuchar a la vez. Mejor usar palabras clave y dedicar la explicación oral a añadir lo que no está escrito. Es más limpio, más humano y más efectivo.

5. Redundancy Effect: cuando repetir no ayuda

Cuidado: no todo lo repetido refuerza. A veces, estorba. Eso es el redundancy effect. Por ejemplo: mostrar un gráfico con todas las etiquetas escritas y, acto seguido, leerlas una por una en voz alta. O dar un poema con todos los recursos subrayados y, además, una lista idéntica al lado.

La mente del alumno se ve obligada a procesar la misma información dos veces, en el mismo canal, y eso agota en lugar de aclarar.

La regla es clara: si algo no añade nada nuevo, sobra. Mejor que el texto complemente al gráfico en lugar de duplicarlo. Mejor que la diapositiva muestre solo lo esencial y la voz del docente aporte contexto. Y si de verdad quieres redundancia, haz que sean ellos quienes traduzcan la información: “explica con tus palabras lo que ves en el gráfico”. Así la repetición deja de ser ruido y se convierte en aprendizaje activo.

6. Modality Effect: aprovechar dos canales en lugar de uno

La memoria de trabajo tiene dos canales principales: el visual y el auditivo. Cuando los usamos bien, es como abrir un carril extra en una autopista atascada. Eso es el modality effect.

Un diagrama con una narración oral breve se entiende mejor que un diagrama con un párrafo escrito al lado. ¿Por qué? Porque el texto compite con el canal visual, mientras que la voz entra por el auditivo y se integra de forma más fluida.

Esto no significa que debamos convertir todas las clases en monólogos hablados. Significa que debemos combinar inteligentemente: voz + gráfico, lectura + esquema, imagen + breve explicación oral. Pero ojo: si leemos palabra por palabra lo que ya está en pantalla, caemos otra vez en la redundancia.

7. Variability Effect: variar para consolidar

Por último, un efecto que va a contracorriente: la variabilidad. Cuando los estudiantes practican con problemas idénticos, creen que dominan el tema… hasta que aparece un ejercicio diferente y todo se derrumba.

La investigación es clara: introducir variaciones (cambiar datos, contextos, formatos) aumenta la dificultad a corto plazo, pero multiplica la transferencia a largo plazo. Es como entrenar en distintas superficies: puede que al principio cueste más, pero después corres en cualquier terreno.

En matemáticas, en lugar de 10 ejercicios iguales, proponemos versiones que cambien un elemento clave. En ciencias, mostramos cómo un mismo principio se aplica en física, biología y química. En historia, comparamos un mismo fenómeno en distintos países.

La variabilidad obliga a los alumnos a fijarse en lo esencial: lo que no cambia, es decir, su estructura profunda. Y eso es justo lo que queremos que recuerden.

Lo interesante del capítulo de Greg Ashman no es solo la descripción de siete efectos bien documentados, sino lo que implican en el día a día docente: enseñar no es solo “qué” explicamos, sino “cómo” lo presentamos. La ciencia cognitiva nos muestra que un mismo contenido puede ser fácil o casi imposible según cómo esté diseñado el material.

El error más común en las aulas no es la falta de esfuerzo ni de creatividad del profesorado, sino que añadimos carga cognitiva extrínseca sin querer: fichas con información duplicada, presentaciones recargadas, consignas ambiguas, series interminables de ejercicios idénticos. Todo ello agota al alumno antes de que pueda aprender lo importante.

El aprendizaje real ocurre cuando los recursos cognitivos se concentran en lo esencial: detectar patrones, comprender principios, automatizar procedimientos. Estos efectos son, en el fondo, una guía para lograrlo.

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